Con muchas frecuencias llegan a la consultas personas devastadas por el dolor que sienten al descubrir aspectos de sus parejas que las decepcionan totalmente.

La historia de la humanidad está marcada por nuestro afán de transformar aquello que no nos agrada. Es de este modo que hemos inventado y usamos diariamente una cantidad de artilugios que en teoría, nos hace la vida más simple. Ese mismo afán de cambio que nos lleva a intentar modificar nuestro entorno, para adaptarlo a nuestras necesidades, es lo que en muchos casos nos lleva a intentar modificar al ser que tenemos en frente para que responda a nuestras necesidades. Y si bien ciertamente los seres humanos cambiamos constantemente (es imposible no transformarnos con la vivencia de distintas experiencias), no necesariamente lo hagamos siguiendo instrucciones de otra persona a fin de adaptarnos a sus necesidades.

Es así como necesitamos ver al otro como un combo de características, algunas de las cuales nos fascinan, mientras que otras las detestamos.

Como resultado, amor y odio conviven simultáneamente como dos polaridades que se combinan de manera única en nuestra relación con los otros, así que el punto es buscar cuál es su balance. Sin embargo, esa tarea no es tan fácil, pues nuestra visión del otro también cambia en el tiempo, dependiendo el nivel enamoramiento de la pareja.

Recuerdo una pareja que rondaban los 30 años de casados, en la que el esposo se quejaba de la manera en que su esposa lo despertaba cuando comenzaba a roncar, hasta el punto en que un día se despertó sobre saltado por que su esposa desesperaba lo estaba literalmente estrangulando ante la desesperación de no poder dormir. El hombre con muy buen humor y a tono de chiste recordaba cuando, al principio de su relación, su pareja le contaba lo feliz que le hacía verlo roncar, pues así sabía que él estaba durmiendo. Como verás, un problema de vieja data, que fue cambiando de interpretación, con el paso del tiempo.

En realidad lo que ocurre en muchas ocasiones, es que cuando estamos bajo el influjo del enamoramiento, nos cuesta ver a la persona que tenemos en frente, y en su lugar vemos una imagen idealizada de esa persona, a quien le solemos minimizar lo que no nos gusta y maximizar lo que para nosotros serían sus atributos, pues estamos tan empecinados en encontrar a nuestro hombre o mujer ideal, que preferimos vestir al sapo de príncipe para alcanzar nuestros sueños, y luego le pedimos que frunza la boquita y se de unos baños de playa a ver si se le quita el color verde.

Aprovecho la oportunidad para compartir con ustedes un extracto del libro «Amarse con los ojos abiertos» escrito por Silvia Salinas y Jorge Bucay, el cual considero que ayudará a redondear esta idea de aprender a ver al otro tal y como es.

Salir de la ilusión

Hace falta salir de la ilusión para ver al ser que tenemos enfrente.

Hoy hablamos sobre esto en un grupo: el dolor de dejar de lado las ilusiones y aceptar la realidad. Es un momento de crecímiento, cuando dejamos de pelearnos y aceptamos las cosas como son.

Trabajamos con un muchacho de 30 años que había roto con una mujer que lo rechazó. Hablaba del dolor de perder la ilusión que había construido con esa mujer.

Es justo decir pérdida de la ilusión, porque cuando este muchacho se conectaba con lo que en realidad pasaba con ella, en que lo maltrataba y no le daba lo mínimo que él necesitaba, era obvio que no quería seguir la relación. Pero ella sabía prometerle algo que nunca le daba, y él estaba pegado con eso.

El verdadero dolor de él es aceptar cómo se dejó engañar y cómo le habría gustado poder sostener esa ilusión. Pero la realidad se le impuso. Ella es eso que él ve ahora, no la promesa que le vendía.

El momento de dejar las ilusiones es decisivo para la vida de una persona. Cuando decimos: vamos a disfrutar lo que se da, dejemos de llorar por lo imposible.

Es doloroso dejar de lado la pareja ideal, la pasión permanente, pero es la única manera de sostener un vínculo sano.

Todos amamos nuestras ilusiones: no es fácil dejarlas.

Y sin embargo, al final, sea como sea, la realidad siempre se impone.

Como solía decir Fritz PerIs:“Una rosa, es una rosa ,que es una rosa, que es una rosa…

La realidad ES y frente a ella las ilusiones se disipan.