Hace falta salirse de la ilusión para ver al ser que tenemos enfrente.

Hoy hablamos sobre esto en un grupo: el dolor de dejar de lado las ilusiones y aceptar la realidad. Es un momento de crecímiento, cuando dejamos de pelearnos y aceptamos las cosas como son.

Trabajamos con un muchacho de 30 años que había roto con una mujer que lo rechazó. Hablaba del dolor de perder la ilusión que había construido con esa mujer.

Es justo decir pérdida de la ilusión, porque cuando este muchacho se conectaba con lo que en realidad pasaba con ella, en que lo maltrataba y no le daba lo mínimo que él necesitaba, era obvio que no quería seguir la relación. Pero ella sabía prometerle algo que nunca le daba, y él estaba pegado con eso.

El verdadero dolor de él es aceptar cómo se dejó enngañar y cómo le habría gustado poder sostener esta ilusión. Pero la realidad se le impuso. Ella es eso que él ve ahora, no la promesa que le vendía.

El momento de dejar las ilusiones es decisivo para la vida de una persona. Cuando decimos: vamos a disfrutar lo que se da, dejemos de llorar por lo imposible.

Es doloroso dejar de lado la pareja ideal, la pasión permanente, pero es la única manera de sostener un vínculo sano.

Todos amamos nuestras ilusiones: no es fácil dejarlas.

Y sin embargo, al final, sea como sea, la realidad siempre se impone.

Como solía decir Fritz PerIs:“Una rosa, es una rosa ,que es una rosa, que es una rosa…

La realidad ES y frente a ella las ilusiones se disipan.


Extracto del libro: «Amarse con los ojos abiertos», escrito por Silvia Salinas y Jorge Bucay.